Tengo un perro que me reconcilia con el mundo, que me devuelve todas las ganas de levantarme de la cama cuando no tengo claro por qué hacerlo.
Proyectos, a medio plazo, nunca a largo, no me gusta alejarme demasiado de mis sueños, aunque también es cierto que intento mirarlos con distancia, y cuando los toco, ay cuando los toco, es la sensación inmensa de plenitud, como cuando en la adolescencia puedes tocar el cuerpo de la mujer amada por primera vez, después de haberlo deseado durante mucho tiempo.
He ido por la calle sin saber adónde, con una escala de grises en mis objetivos y con una desazón parecida al que pierde un premio.
Y ¿sabes? a menudo me doy cuenta, otra de las cosas que todos deberíamos tener y llevar siempre son unos buenos auriculares, y toda la música del mundo, así ir averiguando cual es la que realmente nos gusta, porque estoy seguro de que mucha gente escucha música por inercia, es decir, sin haberla elegido realmente; y sin auriculares.
Anochece en la zona canina del Retiro y la amable melancolía del ámbar de estas luces me asegura que viene lo mejor, porque tengo una gran infraestructura:
Un perro, perrita, Musa, 8 meses hace que ella me adoptó a mí, y dios, como la amo.
Proyectos.
Unos auriculares con toda la música del mundo.
Y gente, gente que no ve y oye, si no gente que lee y escucha.
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